El arte de Ana Mercedes Hoyos no se parece al de nadie. Los críticos han dicho que “ella es un mundo por sí misma y parece pintar por el mero goce de hacerlo”. Ella asegura que eso es tan cierto, que por eso no dudó entrar a estudiar plástica en la Universidad de Los Andes, en una época en la que la mujer no podía hacer otras cosa diferente que casarse.
Esta bogotana (que nació el 29 de septiembre de1942) hizo parte del grupo de mujeres rebeldes que en los años sesenta decidió dedicarse a las artes a pesar de las críticas de los vecinos y los tradicionalistas de la época.
Fue criada en una tradicional familia paisa -hija de Manuel José Hoyos, un ingeniero dedicado a la arquitectura y de Esther Mejía- y creció en un colegio de monjas. Su padre se esmeró en motivar en ella el interés por los museos y por la historia del arte, pero sin duda fueron sus maestros
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Fruta fresca. |
en la universidad: Juan Antonio Roda, Luciano Jaramillo, Armando Villegas y Marta Traba, los que le enseñaron el camino para explotar su talento.
Su carrera como artista la empezó con un segundo lugar en el Primer Salón de Arte Joven en 1968, lo que la llevó a realizar diversas muestras colectivas en ciudades extranjeras como La Habana y Caracas. Inicialmente hizo una serie de vallas, paisajes urbanos y buses al óleo, muy esquemáticos, en fuertes colores planos.
Sin embargo, se dio a conocer en el medio artístico por las series “Ventanas” y “Atmósferas”, inspiradas en los cielos de Bogotá que realizó hacia 1969 y que para algunos son sus pinturas más importantes.
Pero un día Ana Mercedes Hoyos decidió que era hora de aprender un poco de cubismo, así que sus ojos se detuvieron por un momento en los elementos que provenían de continentes lejanos como el África.
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Bazurto 1988. |
Curiosamente otro día, mientras paseaba con su familia, llegó a Bazurto, un pueblo de la costa colombiana que la enamoró y que marcó definitivamente su trazo. Gracias a esta inspiración, actualmente es reconocida por su colorida y fresca obra cuyas punturas invitan a quienes las aprecian, a hacer un recorrido por los mercados de frutas de la Costa Atlántica colombiana a través de las palanganas que cargan las mujeres negras en sus cabezas.
El galerista Alfred Wild fue uno de los espectadores que quedó flechado por el trabajo de la artista. Por eso, sin dudarlo decidió llevar sus obras a las subastas de Sotheby’s y Christie’s, dos de las más importantes que se realizan en el mundo. Con los años, María Mercedes Hoyos se convirtió en una de las artistas colombianas más vendidas en Nueva York, sus obras alcanzaron a costar hasta 40 mil dólares.
Una de sus famosas
patillas está ubicada en la biblioteca pública del Tunal, como símbolo de la nueva imagen que ha adquirido Bogotá en estos últimos años. Su arte pretende ser público, tanto que cuando el cantante samario Carlos Vives le preguntó si podía poner una de su obra como portada del sencillo “Fruta Fresca”, ella no dudo en decir que sí. Su preocupación ha estado siempre encaminada a rescatar lo bello de su país y no a cargar sus pinturas con un sentido de denuncia.
La casa en la que vive con su esposo Jacques Mosseri (con quien se casó en 1967 en Nueva York), es la mejor demostración de lo apasionada que es por la estética. Los dos la diseñaron y la construyeron a imagen y semejanza de sus sueños. Por eso a Ana Mercedes Hoyos no le extraña que su hija Ana, la única, la consentida, la misma que ya cuenta con más de treinta años, se haya decido también por el arte.
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